En la antigüedad, el sofá estaba relacionado a reyes y nobleza de países árabes. Ellos usaban estos asientos como tronos en los que se recostaban durante sus interminables audiencias. También los romanos disponían de sofás pero en el comedor, pues les servían para sentarse a la mesa.
Muchos años atrás, el sofá era considerado un mueble elitista, ya que la madera maciza de la estructura era cara, al igual que las tapicerías (terciopelos, bordados en oro, etc). Así hasta llegar a los años de la industralización cuando se abarata el coste de producción y se convierte en una pieza imprescindible en todas las casas.
Hoy en día encontramos modelos para todos los gustos y salones, gracias a que su evolución no se ha detenido en beneficio del confort. Los nuevos sofás se adaptan al cuerpo, se convierten en cama y crecen con nuevos módulos que se añaden sin problemas.
Los modelos de sofás flexibles que incorporan otras prestaciones (descanso, cama o almacenaje) y que además se componen de más de un módulo, son ideales para salones pequeños o difíciles de amueblar.
Los chaise-longue permiten conseguir el número de plazas de dos sofás, pero de una forma más original y decorativa, además de ocupar poco espacio. Para que resulte realmente cómodo, este tipo de sofá modular debe tener unas medidas mínimas de 70 cm de ancho y 140 cm de largo.
Los sofás rinconeras pueden llegar a formar una “U”, de acuerdo a la disponibilidad de espacio y al tipo de decoración de tu salón.
Los sofás también pueden resultar un excelente medio de almacenaje adicional. La chaise-longue de la imagen incluye un arcón similar a los canapés de las camas
Fuente:decorailumina
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